«Es necesario que los padres se vean a sí mismos de la misma manera que los ven sus hijos. Te guste o no, eres el centro de su mundo, la pieza clave de tu familia, el héroe del que todos dependen. Si no estás presente ni te involucras, tus hijos acabarán sufriendo las consecuencias», señala la pediatra Meg Meeker, autora del best seller “Padres fuertes, hijas felices”. La afirmación, extraída de su último libro “Héroe, cómo ser el padre fuerte que tus hijos necesitan” abre un espacio de discusión y diálogo sobre las mejores prácticas para representar aquel rol a ojos de los niños. En Festejarte, sintetizamos algunas claves para tener en mente.
La doctora Meeker invita a los padres a fiarse de su instinto, porque está en la naturaleza ser buenos padres, y casi siempre saben qué hay que hacer para ello. Son otras seducciones (las relaciones indebidas, los amigos, el trabajo, las propias aficiones) las que les alejan de ponerlo en práctica, a lo que hay que sumar, en las últimas décadas, la ideología dominante que ridiculiza su papel y autoridad y les atemoriza para desempeñarlos.
O, simplemente, no están: en Estados Unidos, el 70% de los niños negros viven en hogares sin padre, y lo mismo sucede para un 45% de los niños blancos y latinos. Por eso su apuesta es que los hombres recuperen en la familia el papel que la cultura ambiente les niega, pero al que ellos mismos también son a veces renuentes con excusas o prioridades diversas.
Liderar, sostener y proteger
Sin embargo, y salvo excepciones de maltrato, «todos los niños piensan que su padre es maravilloso», sostiene Meeker. Y se basa en los datos que recoge en su consulta todos los días desde hace treinta y años y en sus investigaciones como profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Michigan.
De ahí que la misión que propone a los padres es tener coraje moral para hacer lo que deben hacer (liderar, sostener y proteger), aunque les cueste a ellos y aunque disguste a los demás, porque a largo plazo (pero también a corto y medio) lo que lograrán es el amor de sus hijos.
«Tu familia necesita una persona que la guíe. Necesita una persona con perseverancia y determinación para los malos momentos… Tu mujer te necesita como esposo. Tus hijos te necesitan como padre», anima Meeker. Respecto a estos últimos, tengan la edad que tengan, su prejuicio hacia el padre siempre es favorable, y está poblado de ejemplos concretos. Se trata de acercarse al modelo que los hijos tienen de uno, que es, salvo excepciones, el de héroe. Ser de verdad lo que ellos creen que somos y lo que nosotros querríamos también ser.
Jugadas clave
No hace falta ser perfecto. Nadie lo es. Incluso si se ha roto la familia por el divorcio, persiste la posibilidad de ser el padre que los hijos necesitan.
Para ello, las páginas de su último libro abundan en consejos, ejemplos y datos. Entre ellos, están algunas «jugadas clave» muy prácticas y definitivas: «Te ayudarán a ganar el partido de criar a unos hijos felices y exitosos, convirtiéndote así en un héroe a los ojos de tus hijos e hijas».
Jugada nº 1. Juega con tus hijos. Es la ocasión de desarrollar afectos y crear recuerdos inolvidables. Hay estudios que demuestran que enriquece su habla, mejora su expresividad, le enseña a jugar con sus compañeros, les estimula, les anima a asumir riesgos. Además, el tiempo empleado con ellos (no solo en jugar) se dilata en su memoria. Meeker cita el caso (entre otros) de una niña que «recordaba» largas parrafadas con su padre todos los días antes de acostarse cuando era pequeña. Preguntó luego a su madre, y realmente eran cinco minutos un par de veces a la semana, pero en su cabeza infantil se habían agigantado.
Jugada nº 2. Sé una persona estable. Tranquilo cuando ellos estén nerviosos, fuerte cuando se sienten débiles, valiente cuando tienen miedo: «Ser la voz de la razón, el valor y la fe es lo que se espera de un héroe».
Jugada nº 3. Sé una persona honesta. «Nada puede poner más en peligro la confianza de tu hijo que la mentira… La honestidad, la integridad y la verdad son las cualidades más importantes de un héroe, y de un padre también. Sé un hombre íntegro, sé un hombre en el que se pueda confiar, sé un hombre que dice la verdad». Pero, «lo que es más importante, vive en función de esa verdad». Cuenta un caso de su consulta, Suni, una joven que tardó años en recuperar el aprecio extraordinario que tenía por su padre cuando descubrió que engañaba a su madre. Y eso, a pesar de que el hombre rompió la relación espuria, hizo lo posible por recuperar su matrimonio y lo consiguió. Pero el jarrón de la confianza de sus hijos se había roto y costaba pegarlo: «Mi padre está tratando de solucionarlo, pero ya no sé lo que es verdad y lo que es mentira», lamentaba Suni en un momento decisivo de su vida, justo al dejar el hogar para empezar sus estudios universitarios.
Jugada nº 4. Mantente firme. «La disciplina es muy necesaria. No te queda más remedio que plantarte y poner normas». Meeker advierte de que las dificultades no vendrán solo de los hijos. Puede que también de los padres de sus amigos, más dispuestos a ceder. Pero «sí significa sí y no significa no», y con el tiempo los hijos lo agradecen: «Saben que la honestidad, la firmeza y las normas significan que te preocupas por ellos». Meg cita un estudio realizado entre presos entre la veintena y la treintena, para descubrir un elemento común. Y se encontró: casi todos confesaban que, siendo niños, «nadie se preocupó por ellos lo suficiente para decirles que no». No es preciso llegar a la delincuencia para sacar esa conclusión: los hijos pueden ser felices recibiendo un «no» a sus caprichos, pero no lo serán si entienden que su padre es indiferente a su suerte.
Jugada nº 5. Mantente comprometido con tus hijos. «Habrá días que no te apetezca levantarte, ni seguir casado, ni ser amable con tus hijos, pero tendrás que hacerlo de todas formas. Eso es lo que significa estar comprometido con tu trabajo, tu mujer y tus hijos». Es la perseverancia, que se lleva buena parte de las historias más potentes que cuenta la doctora Meeker para respaldar sus recomendaciones. Algunas de esas historias encojen el corazón y humedecen los ojos, sobre todo cuando se produce un divorcio, o bien un alejamiento emocional en la adolescencia o juventud que parece irreversible. Pero… ¡nunca es irreversible! Solo hay que perseverar en amarles y en estar siempre disponible para ellos.
Fuente: Religión En Libertad